¿Es azúcar y sonrisa buena mezcla? Pues, realmente, no. El azúcar y los dientes han protagonizado una de las rivalidades más épicas de la historia. Una historia llena de dulces tentaciones, caries traicioneras y visitas al dentista que nadie esperaba. Porque sí, el azúcar puede ser un placer culpable, pero tus dientes lo ven más como un villano en una película de acción. Y lo peor es que, al principio, todo parece ir bien. Comes una galleta, disfrutas de un pastel, te bebes ese refresco que te da la vida… Y mientras tanto, en tu boca, una guerra silenciosa está a punto de estallar.

Pero, ¿por qué ocurre esto? ¿Por qué no podemos disfrutar de lo que más nos gusta sin más? Pues mira, las bacterias, que son como los pequeños saboteadores de tu sonrisa, se alimentan de los restos de azúcar y los convierten en ácidos. ¿Y qué hacen estos ácidos? Atacan el esmalte dental como si fueran pequeñas termitas hambrientas. ¿El resultado? Caries, sensibilidad y, en el peor de los casos, un diente clamando auxilio. Por eso, aunque el azúcar pueda parecer tu mejor amigo en un mal día, en realidad es ese colega tóxico que te mete en problemas sin que te des cuenta.

No en vano, algunas de las peores enfermedades bucodentales están relacionadas o directamente provocadas por el azúcar. Entonces, ¿por qué parece que miramos hacia otro lado cuando sabemos perfectamente que hay que limitar o eliminar su consumo?

Nuestro consejo: azúcar y sonrisa, mejor cuanto más lejos

Es una relación imposible, por mucho que intentemos justificarla. «Solo un poco no hace daño», «me cepillaré los dientes después» o «es que el chocolate me da felicidad» son solo algunas de las excusas que nos solemos dar. Pero no te engañes, ni así estamos a salvo. La verdad es que, aunque cepillarse ayuda, el exceso de azúcar siempre acaba dejando huella. Además, no solo se trata de los dulces evidentes, sino también de los azúcares ocultos en salsas, panes y hasta en productos que parecen inofensivos. Por desgracia, estamos en constante contacto con esta sustancia. 

Párate y reflexiona. Si de verdad quieres cuidar tu sonrisa, más vale que te replantees la unión de azúcar y sonrisa. Vas a descubrir que no son una verdadera mistad. Reducir el consumo de azúcar, elegir opciones más saludables y mantener una buena higiene bucal son los mejores aliados de tus dientes. Y si ya llevas tiempo en una relación tóxica con el azúcar, quizá sea hora de pedir ayuda profesional con una limpieza dental.

La próxima vez que estés a punto de darle un mordisco a esa galleta, pregúntate: ¿vale la pena la traición a mi esmalte? Porque el azúcar puede hacerte feliz por unos segundos, pero tus dientes te lo agradecerán toda la vida si tomas mejores decisiones. En esta historia de amor imposible, es mejor quedarse con la sonrisa y decirle adiós al azúcar (o al menos, mantenerlo a raya).